martes, 3 de diciembre de 2013

3 Diciembre, 2013.





Sigo leyendo a Chateaubriand; hay tantos pasajes maravillosos que no sé ni por donde empezar. Me impacta lo drástico y certero de estas observaciones a su llegada y convivencia con los indios del Niágara : 

- "En lo que menos se han perdido las costumbres indias ha sido en lo que se refiere al nacimiento y a la muerte, porque no son cosas éstas que desaparezcan a la ligera como la parte de la vida que media entre ellas; no son cosas de moda destinadas a pasar. Todavía se da al recién nacido, a fin de honrarlo, el nombre más antiguo de su familia, el de su abuela, por ejemplo : pues los nombres se toman siempre de la línea materna. Desde este momento, el niño ocupa el lugar de la mujer cuyo nombre ha recibido; se le da, al hablar, el grado de parentesco que este nombre hace revivir; así, un tío puede saludar a su sobrino con el título de "abuela". Esta costumbre, risible en apariencia, es no obstante conmovedora. Resucita a los viejos muertos; reproduce en la debilidad de los primeros años la debilidad de los últimos; aproxima los extremos de la vida, el comienzo y el fin de la familia; comunica una especie de inmortalidad a los antepasados y los supone presentes en medio de su posteridad"

Y sigue ...


- "Por lo que se refiere a los muertos, fácil es encontrar los motivos del apego del salvaje a unas sagradas reliquias. Las naciones civilizadas tienen, para conservar los recuerdos de su patria, el método mnemotécnico de las letras y de las artes; tienen ciudades, palacios, torres, columnas, obeliscos; tienen la huella del arado en los campos antaño cultivados; los nombres se graban en bronce y mármol, las acciones son consignadas en las crónicas. Nada de todo esto tienen los pueblos de la soledad : su nombre no está escrito en los árboles, su choza, construída en unas horas, desaparece en cuestión de instantes; su palo de labranza no hace sino rozar la tierra; y ni siquiera es capaz de abrir un surco. Sus canciones tradicionales mueren con la última memoria que las retiene, se desvanecen con la última voz que las repite. Las tribus del nuevo mundo no tienen, pues, más que un solo monumento : la tumba. Quitadles a los salvajes los huesos de sus padres, y les quitareis su historia, sus leyes y hasta sus dioses; arrebatareis a estos hombres, para las generaciones futuras, la prueba de su existencia como si fuera la de su aniquilamiento".



No hay comentarios:

Publicar un comentario